EL APEGO Y LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA
Comunicaciones CANPA2022-06-29T02:37:11+00:00Escrito por Fonoaudióloga Daniela Guzmán Baquedano – Docente Universidad de Valparaíso, Chile
“Dos margaritas creaban espacio permanente en cada sonrisa, su cabello cubierto se “chochitos”, piel color aceituna y definitivamente el amarillo su color preferido. La vi acurrucada a las piernas de papá; entre sonrisas picaras y luego miradas traviesa, no había caso que se despegaran, él la miraba como la niña de sus ojos, ¡inseparables! No había parecido físico entre ellos, tampoco a la madre, pero imposible decir que no era su niña. Así estuvo toda la evaluación, explorando, pero sin perder de vista a papá y a mamá, sobre todo a papá. Al finalizar la entrevista me dicen”. -Noemí es adoptada.
De seguro no había entendido el apego hasta que los conocí. Según Bowlby (1986) el apego es considerado un sistema interno autogenerado e instintivo, que permite sobrevivir, y formar relaciones seguras en el desarrollo; durante la infancia los sistemas de apego regulan comportamientos como el llanto, la búsqueda de proximidad, la separación entre otros.
Noemí estuvo hasta los dos años en un hogar, allí sus vínculos fueron su almohada, un chupete y la persona que la bañaba y vestía, pero que nunca le hablo durante el proceso. Para cuando la conocí, solo sabía sonreír y aunque comunicativamente aquello bastaba para su familia, faltaban importantes hitos para sus dos años; lenguaje, habla, habilidades motoras, entre otros, eran muy pobres o casi nulos. Su figura vincular en sus primeros años de vida fueron objetos inherentes que permanecieron como huellas cerebrales entregando la información de no hablar, no sostener cabeza, no gatear y no saber cuando el siguiente evento sería positivo, negativo, frustrante o doloroso. Como vivir a oscuras sin esperar nada o quizás, esperando todo. Entonces mi terapia como fonoaudióloga tuvo un vuelco cuando lo entendí, aunque mi gran objetivo era que comenzara a hablar, teníamos una labor mayor.
Conociendo sus inicios, deberíamos construir desde aquí nuevos vínculos, ahora positivos, seguros, estables, vivos y ciertamente comprender la separación, sin ausencia. Entonces tuve que sacar a papá de algunas sesiones, porque Noemí no hacía nada con papa allí, dejamos a mama, quien fue una súper coterapeuta.
Un buen día de diciembre, Noemí comenzó a regalar momentos pequeños de voz y habla. Ha sido uno de los momentos más enriquecedores, no solo colaborar con la explosión de su voz que se mantuvo en silencio por mucho tiempo, sino que además ser parte de este nuevo inicio para ella y ellos como familia.
Ya no solo comunicaba con sus ojos y sonrisa, ahora estaba lista para dejar pañales, pedir sus frutas, colorear libros, guardar sus juguetes, repetir canciones y hasta dormir sola, a veces cuando ella así lo quería. Mi objetivo terapéutico se volvió un árbol gigante de frutos.
Al cumplir los tres años después de la sesión de cada lunes, los vi alejarse a los tres de la mano, ella escogió la escalera y papá consentidor la subió a sus hombros. Me regaló su última margarita en el cuarto piso de mi box, dijo – “Chao tía Dani” y pude entonces sentir la gracia de Dios en esa familia. Y ver cómo el apego era tan importante, cosa que los libros no pudieron enseñarme con aquella claridad hasta entonces.
“Porque la sangre que heredamos no es nada más que la que traemos al llegar al mundo, la sangre que heredamos está hecha de las cosas que comimos de niños, de las palabras que nos cantaron en la cuna, de los brazos que nos cuidaron, la ropa que nos cobijó y las tormentas que otros remontaron para darnos vida. Pero sobretodo, la sangre se nos teje con las historias y los sueños de quien nos crece…” Ángeles Mastretta
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